Comentario
El famoso Alfonso X, hijo del rey Fernando que expulsó a los andalusíes de su tierra, ha pasado a la Historia como paradigma de monarca culto y mecenas de la cultura, pero también por lo voluble de sus previsiones, una de las cuales, el lugar donde debía ser enterrado, lo decidió el destino, pues don Alonso, como le llaman las crónicas, fluctuó entre las aljamas cristianizadas de Cádiz, Murcia, Córdoba, Sevilla y no sé si alguna más; lo cierto es que sus restos están en la Capilla Real de Sevilla, pero ese muro que te he señalado es el de la que previsoramente fabricó en ésta, así dejó la capilla de Villaviciosa, y quizás algunos tramos más, como cuerpo de nave y ésta como panteón, para lo que mandó a los artesanos musulmanes a quienes protegió que labrasen una cúpula, esta. vez de yeso y sin mucha calidad en el dibujo ni en el relieve, como biznieta empobrecida de la que nos cobija. En esta, misma época debió restaurarse, sin merma de calidad, la techumbre del siglo x, pues los análisis de dendrocronología, que realiza Eduardo Rodríguez Trobajo, parecen sugerir que los árboles fueron cortados en el siglo XIII, tal vez a partir de 1263, cuando lo mandó don Alonso.
Mientras paseamos hemos entrado en otro mundo, el del Crucero, donde iré, como quien no quiere la cosa, defendiendo una causa tan perdida como extemporánea, todo ello sin salirnos del camino hacia la salida, que es el que deja el mihrab a la derecha. Mira, yo creo que los poetas tienen licencia para decir y escribir lo que les venga en gana, pero no siempre sus apreciaciones tienen una base histórica y perceptiva cierta, de manera que al común de los mortales nos atañe discernir el valor de sus opiniones, especialmente si se refieren a cosas tan complejas como es la historia de este edificio; no creas que con el hambre me ha dado la neura antiliteraria, lo que pasa es que hay frases que, por la autoridad de quien las emite, la facilidad de su aprehensión, por vía metafórica, y lo romántico de sus intenciones, caen como una losa sobre determinados edificios y los dejan maltrechos para siempre; es la capacidad de destrucción del crítico, que a veces es tanta o más que la de quienes nos dedicamos a transformar la realidad física.
Resulta que, durante el siglo XV y una parte sustancial del XVI, la historia sonrió a mi patria, Andalucía, y como resultado de una larga coyuntura de prosperidad, su arquitectura se renovó intensamente; en esta catedral de Córdoba la obra del obispo Manrique no fue suficiente, pues el Cabildo eclesiástico deseaba materializar en un espacio arquitectónico su creciente prosperidad terrenal; así en 1523 se decidió el derribo de una parte sustancial de la ampliación de Abd al-Rahman al-Awsat y su prolongación hacia el este, respetándose las aljamas de El Emigrado y del emir Al-Hakam, todo ello bajo proyecto de Hernán (Rodríguez) Ruiz, padre del arquitecto que concluyó la estructura del conjunto casi cincuenta años después. La posición elegida para el nuevo edificio y el deseo, que está bien evidente para todo el que tenga un mínimo de sensibilidad, de respetar todo lo que se pudiera de la obra musulmana propiciaron la integración del espacio nuevo con el viejo, llegando incluso a cambiar de sitio algunas columnas de la parte que nos falta por ver, con objeto de alinearlas debidamente con las de la ampliación de Al-Awsat.
Esta obra del crucero, que por sí sola carece de entidad, tan imbricada como está con la musulmana, recibió fuertes críticas desde el primer momento; así, las del propio Cabildo civil, las del emperador Carlos, a cuya iniciativa se debe una aún más explosiva, la de su palacio en la Alhambra de Granada, y, sobre todo, la de los poetas, como Rilke, que llegó a decir: "Da pena, tristeza y aun vergüenza lo que se ha hecho con la Mezquita al enredar la iglesia y las capillas en sus lisas guedejas, y se querría desenredarla y peinar tan hermosa cabellera". La metáfora nos permite imaginar una perversa alucinación, para compensar; es como si la lustrosa cabellera de aquella turista europea que por allí deambula, quizás alemana como Rilke, apareciese de buenas a primeras, por decisión eclesiástica, trasquilada y coloreada como si fuera una punkie; pero no era ése el caso de la aljama en 1523, que, además de cinco ámbitos musulmanes claramente diferenciados, lucía numerosos añadidos y refuerzos cristianos, y la Capilla Real, y la catedral del obispo Manrique de Lara... Vamos, que no, que no era ya una hermosa cabellera, suelta y sin artificios, sino un complejo tocado de obras en el que la nueva catedral introdujo, sobre el derribo de la ampliación intermedia, un espacio muy estimable, intercalado de forma habilidosa, por más que el investigador Georges Marçais la llamara gigantesca verruga. Me parece que me has oído como quien oye llover, pero eso es algo previsible, no en vano la idea platónica del espacio musulmán original se impone a los visitantes que entran en la mezquita por vez primera, aunque nunca existió con tal limpieza; creo que es una cuestión de tiempo que llegues a estimar la situación presente, y también de cierto regusto perverso por la complejidad y contradicción en la arquitectura, sea del tiempo que sea. Fíjate que el muro de levante del crucero, donde todo se mezcla, es la continuación de la que fue fachada oriental de la primera mezquita, donde está la rampa, que nos desequilibró, hace ya algunas páginas; ahora volvemos a verlo, sólo que los restos son en estos momentos los de la fachada de Al-Hakam, destruida por la cuarta y última ampliación de la aljama.